[blockquote style="1"]“Hemos dado el ataque a Valencia; y cuando esperábamos flojedad, hemos encontrado una resistencia sin igual. No hay en el mundo plaza de armas, castillo pertrechado, fortaleza más guarnecida, que se haya defendido con más actividad y tesón. Los valencianos se han defendido con honor, han peleado con heroísmo, han contenido los progresos de nuestro General, y le han obligado a hacer una vergonzosa retirada. Es crecido el número de los que han perecido entre nosotros, pagando bien cara su temeraria osadía. Un establo es mi sepultura, y sabe Dios cuál será la tuya.”
Carta del soldado francés Pierre Doubon, gravemente herido y presumiblemente muerto en el asalto a Valencia en 1808, dirigida a su hermano.[/blockquote]
Seguramente habremos pasado mil y una veces por las torres de Quart y habremos visto los agujeros que luce en su cara exterior. Probablemente muchos sepan que estos orificios fueron provocados por los cañones del ejército de Napoleón durante la ocupación francesa, pero no muchos sabrán exactamente en qué hecho ocurrió y mucho menos que no hubo una sola batalla sino que el ejército francés intentó en varias ocasiones entrar en nuestra ciudad consiguiéndolo sólo casi al final de la guerra, quedando Valencia sometida apenas un año.
Hace poco tuve la fortuna, cuando me encontraba en el Museo Histórico Militar, de encontrar una increíble maqueta que representaba una escena que me impactó sobremanera. Una escena de guerra frente a las mismas puertas de Quart, en la mismísima calle de Guillem de Castro. Es esta escena que brevemente voy a narrar: la sublevación de Valencia contra el orden napoleónico que desembocó en su primera batalla, allá por el año 1808, donde el humilde palleter, Vicent Doménech, declarara la guerra a Napoleón y proclamara a Fernando VII como legítimo Rey de España agitando una improvisada bandera con un trozo de su faja de saragüei ante al pueblo de Valencia allí reunido. Uno de los momentos más importantes de la historia valenciana.
El 20 de mayo de 1808, el rey Carlos IV abdicaba del trono de España a favor de su hijo, Fernando VII, que a su vez era obligado a abdicar en José I Bonaparte en las tristemente conocidas abdicaciones de Bayona. Un hecho que en España provocó un auténtico terremoto popular, sucediéndose las sublevaciones en nombre de Fernando VII. En Valencia, el 23 de mayo de 1808 según se cuenta, se inició también la sublevación popular con el 'crit del Palleter' que declaraba la guerra a Napoleón, haciendo que los dirigentes de la ciudad, al principio indecisos, se movilizaran finalmente empujados por la masiva presión popular, y el capitán general Conde de la Conquista llamaba al alistamiento general para formar un ejército que dirigiría el conde de Cervelló -dueño del palacio del mismo nombre, del que hablamos en otro artículo hace poco- para enviarlo a combatir a los franceses en una línea de defensa establecida en el Puerto de Almansa y el paso de las Cabrillas.
El 25 de mayo se formaba la Junta Suprema de Valencia, encabezada por el mencionado Conde, que ostentaría poder absoluto para gestionar la guerra contra los franceses desde la capital del Turia.
El mismo alto oficial francés encargado de sofocar el alzamiento del 2 de mayo en Madrid, el mariscal Moncey, se dirigía a Valencia para someterla al nuevo orden. Primero tuvo que romper la defensa organizada en las Hoces del Cabriel y posteriormente en el Portillo de Buñol.

Durante el transcurso de varias refriegas hasta su llegada a Valencia, el mariscal Moncey exigía la rendición de la ciudad en tres ocasiones, siendo la respuesta de la Junta Suprema siempre negativa: «Excmo. Señor. El pueblo de Valencia prefiere la muerte en su defensa a todo acomodamiento. Así lo ha hecho entender la Junta y ésta lo traslada a V.E. para su gobierno.»
Los valencianos no perdían el tiempo. Los soldados regulares organizaron a los 20.000 voluntarios de la milicia de Valencia y de los municipios de los alrededores refugiados en la ciudad, protegida por su muralla. Los valencianos fortificaron todas las puertas de la ciudad y concretamente, en las torres de Quart, emplazaron a las mismas puertas un cañón de grueso calibre y otro de menor calibre sobre el dintel.
Así las cosas, el día 27 de junio comenzaba el bombardeo artillero de las tropas francesas en la línea exterior de la defensa. Al amanecer del día 28 de junio de 1808, 10.000 soldados imperiales se desplegaban desde Mislata para avanzar hacia la ciudad. A las once de la mañana, el mariscal Moncey disponía la artillería en el convento del Socorro y el Jardín Botánico y tras tres horas de bombardeo hacia la zona de las puertas de Quart donde los cañones y mosquetones franceses dejaron su huella en los muros. A las dos del mediodía empezaba el ataque de la infantería francesa en la calle Quart hacia las puertas. Pero los soldados franceses serían valientemente rechazados por la defensa valenciana en las Torres de Quart.

A las tres de la tarde, Moncey repite el ataque, e incluso a las cinco de la tarde las fuerzas francesas vuelven a intentarlo bombardeando la puerta de San Vicente e intentando otra incursión. No hubo manera. Todo intento galo fue baldío ante la férrea y aguerrida resistencia de las tropas del ejército regular en unión con los milicianos valencianos, parapetados tras las murallas de la ciudad.
A las ocho de la tarde de ese día 28 de junio de 1808 caía la noche sobre Valencia y Moncey replegaba sus tropas a Mislata y Quart de Poblet comenzando la retirada al día siguiente.
Las cifras oficiales inscritas en el Archivo de la Guerra francés registran 200 muertos -entre ellos el general de ingenieros Cazals- y 500 heridos, además de haber sido inutilizada parte de la artillería mientras que, protegidos tras los muros, las bajas de los valencianos habían sido escasas. La ciudad de Valencia volvía a revelarse como una de las plazas más difíciles de tomar, como ocurriera en los remotos tiempos del Cid.
Ésa es la heroica historia de los orificios que lucen las torres de Quart desde aquel verano de 1808. Unos orificios que en memoria del glorioso episodio histórico que rememoran, se decidió no tapar ni reparar. Defectos estéticos que cobran una belleza diferente y cargada de significación histórica, en un homenaje que se completa con la estatua ubicada a los pies de las Torres, a un costado, que glosa la figura de Vicent Doménech, el Palleter.
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