En estos días de confinamiento obligatorio que vivimos todos, como si de un ejercicio terapéutico se tratase, recorro en mi memoria aquellos otros días y lugares que visité cuando podía. Es una ocupación que a todos nos tienta, sobre todo si lo hacemos repasando fotos como pruebas irrefutables de lo que hicimos.
Podría traerles aquí fotos de libros, autores o librerías y bibliotecas famosas que andando el camino he tenido la suerte de conocer. Sin embargo les ofrezco este sencillo homenaje que a los libros hacen los habitantes de una pequeña ciudad alemana junto a la populosa Hamburgo.
Con la irrupción de las nuevas tecnologías de comunicación, la cabina telefónica de la plaza quedó totalmente obsoleta. Antes de retirarla del paisaje urbano, hicieron un concurso de ideas para evitarlo. Y, he aquí, que alguien quiso explorar el respeto y amor por la Literatura y propuso crear un punto de encuentro para los libros.
Y ahí estaba, no hace mucho, ofreciendo ilusiones y aventuras a quienes quieran entrar en ese reducido espacio que los transportará a lugares lejanos, aventuras inesperadas y sentimientos inolvidables más allá del tiempo y del espacio. El único peaje es llevar un libro, dejarlo y elegir otro.
Evidentemente, es un lugar de contagio… de ilusiones y proyectos imposibles. ¿Habrá sobrevivido? ¿Sobrevivirán los libros?
No hay para mí regalo más ilusionante y hermoso que un libro.
Si sólo tuviésemos la posibilidad de encontrar un motivo de rebeldía ante este confinamiento, no tengo dudas, será abrir las páginas de un libro, venga de donde venga.