
Javier Puebla, el autor, ha entregado su vida a la Literatura. En el camino, como una fiera herida, ha ido dejando un reguero de palabras en artículos de prensa, poesías, cuentos, novelas…. Un rastro fácil de seguir, difícil de alcanzar.
Fue un joven estudioso que acabó varias carreras y ganó suficientes oposiciones para no temer nunca más por el porvenir económico. Pero Javier ya era un hombre de fortuna, de la fortuna esa que te da la certeza de saber que nunca necesitarás más de lo que en cada momento poseas. Tal vez, en el Cuerpo Diplomático descubrió la diversidad y la riqueza de la condición humana y se dedicó a explorarla, o tal vez, fueron sus personajes literarios quienes se rebelaron a acompañarlo en la vida anodina de un funcionario. La cuestión es que lo dejó todo y saltó al vacío de la incertidumbre artística aferrado a una pluma. El arte requiere dedicarle todo tu esfuerzo por lo que sólo las gentes con “posibles” pueden ejercerlo plenamente, tiene dicho.
Javier Puebla pues, es radicalmente independiente y a salvo de toda servidumbre. Es una cualidad tan envidiable como inalcanzable para la mayoría de los mortales. Sólo su compromiso con la Literatura es absoluto. Dueño de su silencio, exigente con sus palabras. Cada libro, cada página, cada frase es releída y corregida una y otra vez antes de darla por buena. Sus libros, a veces, reposan en un cajón años antes de ser revisados de nuevo y enviados a la editorial. Cordial y sagaz es capaz, en el mundo real, de ver en los demás los “espíritus” que nos habitan y, en el universo literario de la ficción, de descubrir en qué personas reales habitarían sus personajes. Sus obras son siempre una exploración del alma, que para sorpresa de los que lo leemos, parece ser la nuestra o aquella que nos gustaría que fuese. Pues nada hay que interese más a un lector que que le hablen de sí mismo. Los libros de Puebla parecen escritos para reavivar nuestros debates oníricos, sociales o morales.
La obra
Es extraña la amistad, autor Javier Puebla, editada por Algaida (Planeta), novela de 310 páginas y disponible en papel y en ebook.
Esta obra supone un reto al alcance de pocos autores. Javier Puebla tiene la osadía de matar a su protagonista, icónico de ésta y otras obras anteriores, en las primeras páginas: Alberto Delgado. Él, el protagonista, es su “alter ego”. El personaje que reúne en sí mismo todo lo que el autor fue y quiso ser: diplomático de carrera, aventurero, trotamundos, valiente, atractivo, sagaz y leal. ¿Cómo puede un muerto protagonizar una novela? Eso tienen ustedes que leerlo.
La peripecia relatada con todo detalle sucede en Madrid. Pero es una ciudad sin apenas paisaje. Sólo existen los lugares reiteradamente recorridos por sus personajes en una reproducción realista de las rutinas que vive cualquiera de sus habitantes. Todo lo cotidiano, así, cobra trascendencia: el bar de siempre, las tiendas de siempre, el recorrido de cada día, la misma escalera, el zaguán, etc…
Lo extraordinario, lo que provoca toda la tensión argumental, que la hay, es la amistad: su naturaleza, incertidumbre, lealtad o desconfianza. Recuerdo que Eliseo Alberto, el escritor cubano me contaba que, en una ocasión, mediada ya una novela, el protagonista se topaba con alguien desconocido que necesitaba ser su amigo en la trama. ¿Cómo resolverlo? Acuñó entonces una nueva característica de la amistad: ¡amistad a primera vista! Javier Puebla da un paso más en esa exploración de las entrañas de la amistad: la amistad adoptiva.
Esta novela nos muestra cómo con un amigo se viven los episodios más interesantes, íntimos, secretos, emotivos, soñados y reales de nuestras vidas. Aquellos momentos en aún somos lo que soñamos ser: antes de la rutina, antes de la cordura, antes de la madurez, antes de la soledad.
Todo se resuelve cuando dos amigos descubren el artificio que los convierte en desconocidos y…, no puedo desvelarles el desenlace, pero si empiezan a leer esta novela, no podrán dejarla hasta encontrarlo. Sí, Javier Puebla desgrana lo extraña que es la amistad: extraña y… ¿maravillosa? Los lectores, como siempre, tienen la última palabra.









