Francisco Castaño Mena es profesor de educación secundaria desde 1987. Durante siete años fue tutor en el proyecto del Aula Oberta en el instituto Les Marines de Castelldefels. Es cofundador del proyecto aprenderaeducar.org, que busca sensibilizar a los padres sobre la importancia de formarse para educar, prevenir y si es necesario actuar ayudándolos en la educación de sus hijos. Escribe artículos para portales educativos, revistas y prensa, y prepara secciones en radio de ámbito nacional sobre educación. Imparte conferencias sobre educación dirigidas a profesionales, padres y alumnos de secundaria, ciclos formativos y bachillerato. También dicta talleres para padres en institutos y colegios para orientarlos sobre la educación de sus hijos. En estos días Francisco Castaño Mena acaba de publicar ‘La mejor versión de tu hijo’ (Plataforma editorial), un trabajo en el que analiza el feedback educacional entre padres e hijos.
Pregunta: ¿Cuáles son las preocupaciones más comunes que le exponen los padres en la consulta?
Francisco Castaño Mena: Normalmente a la consulta vienen padres que tienen problemas de conducta con sus hijos. Su mayor preocupación es que cumplan con sus responsabilidades y, las reacciones de sus hijos cuando las intentan hacer cumplir, suelen ser desmesuradas.
P.: ¿Qué les preocupa a los adolescentes respecto a sus padres?
F.C.M.: Los adolescentes se acostumbran a quejar de incomprensión y de no ser escuchados. Es importante recordarles a los padres cómo actuaban y se comportaban cuando tenían su edad pues, a veces, pierden un poco la memoria.
P.: ¿Además de la memoria se ha perdido también el sentido común?
F.C.M.: El objetivo de las madres y padres es que sus hijos sean felices. Sin embargo, lo que entienden por felicidad y lo que realmente hace a los adolescentes felices es, muchas veces, muy diferente. Los adultos pueden llegar a actuar con poco sentido común para conseguir una falsa felicidad.
P.: ¿Esa falsa felicidad tiene que ver con la sobreprotección?
F.C.M.: Educamos a los hijos en Walt Disney y la vida es The Walking Dead. La sobreprotección hace que los niños no maduren como deben, no asuman responsabilidades, no aprendan a resolver sus problemas y tengan la autoestima baja. Cuando llegan la adolescencia se van despegando de sus progenitores, entonces ya no quieren que se les ayude, pero no son capaces de resolver muchas cosas y culpan a los padres, aunque estos no tengan nada que ver.
P.: Educar no es fácil
F.C.M.: En la actualidad, educar es mucho más difícil que en la época de nuestros padres. La sociedad ha cambiado, se ha hecho más compleja, todo evoluciona más rápido… Normalmente, para educar intentamos hacer lo que hicieron con nosotros o, a veces, todo lo contrario, porque no nos gustó como se hizo. Pero, ninguno de estos dos comportamientos suele funcionar, porque nada tiene que ver el presente con la sociedad de cuando éramos pequeños. Por ello, es importante tener herramientas y habilidades educativas que nos faciliten esta labor. De hecho, este es el objetivo el libro que he escrito: dar a los padres recursos para la educación.
P.: ¿Cómo podemos los padres aprender a educar?
F.C.M.: Lo primero es tener claro que hemos de aprender a educar. Nos formamos para temas laborales, hacemos cursos sobre aficiones y, en muchas familias, se olvida invertir tiempo en formarse para la mayor responsabilidad que se tiene en la vida, que es educar a un hijo. Por suerte cada vez hay más madres y padres que se intentan formar: hay libros, cursos, talleres. Todo es cuestión de ponerse manos a la obra.
P.: Cómo ha afectado el confinamiento a los adolescentes
F.C.M.: Aunque para algunos ha sido complicado, en general, diría que los adolescentes son los que mejor lo han llevado. Se han adaptado bien y con la afinidad y el hábito de comunicarse a través de las nuevas tecnologías, lo han superado con nota. Sin embargo, la vuelta a la nueva normalidad les va a resultar un poco más difícil. El guardar las distancias o cumplir las normas de seguridad les cuesta por la propia idiosincrasia de la adolescencia: la rebeldía, el posicionamiento, la falta de conciencia de riesgo y las hormonas en ebullición.
P.: Porque ha titulado el libro como: “La mejor versión de tu hijo”
F.C.M.: Porque el objetivo de educar a un hijo ha de ser conseguir la mejor versión de este mismo, no que sea mejor que los demás. Los padres y las madres, muchas veces, queremos que hagan lo que nosotros no pudimos hacer y tenemos una serie de expectativas: que estudien la carrera que creemos que es la mejor para ellos o, simplemente, que sean el alma de la fiesta cuando el niño es introvertido. Nuestra labor al educarlo es aceptarlo tal como es y conseguir sacarle el máximo partido apoyándole, comprendiéndole, queriéndole, dejándole que se equivoque y, sobre todo, enseñándole a dar todo su potencial para alcanzar los objetivos que él se proponga en la vida.
P.: Explica en el libro la diferencia entre autoridad y autoritarismo
F.C.M.: Las madres y padres hemos de tener autoridad sobre los hijos, aunque, a veces, esta palabra provoca una especie de sarpullido en algunos progenitores. Una cosa es el autoritarismo: el menor ha de hacer lo que digan sus padres simplemente porque lo han dicho ellos. Y otra la autoridad: se han de cumplir con una serie de normas y respetar unos límites y, los encargados de supervisar que esto se cumplan somos los padres. Pero hay algo que aún es más importante, que es la autoridad moral. Si quiero que mi hijo no use el móvil en la mesa, yo no lo he de usar. Si quiero que sea puntual, primero he de serlo yo. No nos podemos olvidar que educamos más con el ejemplo que con lo que decimos.
P.: ¿Es posible mantenerse firme dando cariño?
F.C.M.: La clave del libro es esta. Para educar hacen falta dos ingredientes: la firmeza y el cariño. Los niños necesitan el afecto incluso más que la comida. Pero darles amor no está reñido con mantenerse firme en ciertos aspectos. Por ejemplo, con mis hijos nos damos abrazos de oso cada noche y estos no están reñidos con que tengan que acostarse a la hora pactada. Los abrazos son el cariño y la hora la firmeza.
P.: ¿Cómo podemos propiciar la comunicación con los hijos?
F.C.M.: Lo más importante para incentivar la comunicación con los hijos es escucharlos. A veces, cuando nos vienen a hablar de algo que no consideramos importante, no les atendemos como es debido. Eso sí, cuando vienen a contarnos algo del colegio o del instituto enseguida prestamos atención. Por otro lado, se abusa del interrogatorio y esto es algo que provoca el efecto contrario al deseado. Como ven que los padres queremos saber, en vez de interesarnos, dejan de contarnos cosas. La clave está en la comprensión y en entender lo que es importante para ellos.
P.: ¿Cómo enfocar el sexo?
F.C.M.: Hablar de sexo es algo que en algunas casas es aun tabú y en otras da un poco de aprensión, aunque, por suerte, cada vez menos. Hablar de sexo con los hijos se ha de hacer con toda la naturalidad del mundo, sin dar rodeos y con un lenguaje adecuado a la edad y madurez de los hijos. También hay que estar preparados para escuchar cosas que no nos gustan y poder responder a sus dudas con tranquilidad. Como todo, el concepto del sexo que tienen ellos no tiene nada que ver con el que tenemos los adultos y, una comunicación asertiva, hará que se les pueda educar en esta faceta tan importante para la vida.
P.: Háblenos de la relación de los niños y los adolescentes con las nuevas tecnologías
F.C.M.: Las nuevas tecnologías no son algo malo ni pasajero, han venido para quedarse y todos los nacidos después del año 2000 no imaginan el mundo sin ellas. Para un adolescente el móvil es su modo de entretenimiento y de comunicación, no se imaginan un día sin él, por ello no se puede ir en su contra. Los padres hemos de educar a los hijos para que hagan un uso adecuado de las muevas tecnologías tanto en tiempo como en contenido. Nuestro deber es acompañarles en los primeros pasos, explicarles que está bien y que no, pero no prohibirlas ni dejarlas a libre albedrío sin ningún tipo de supervisión.
P.: ¿Las normas se negocian?
F.C.M.: Hay normas que son innegociables y otras que, con una conversación, se puede llegar a un punto de acuerdo. Por ejemplo, si en casa se decide que el hijo puede jugar con la consola dos horas esto no se negocia, pero sí que se puede negociar el horario. Yo, por ejemplo, no negociaría con mis hijos si han de llevar la ropa al cesto de la ropa sucia, si el móvil se usa en la mesa o si han de hacer la cama por las mañanas. Es importante que los hijos tengan claro que es lo que se puede y lo que no se puede negociar.
P.: ¿Cuál cree que debería ser nuestra misión como padres?
F.C.M.: Yo creo que el título del libro lo refleja claramente. Conseguir la mejor versión de nuestros hijos, además de enseñarles que lo más importante en la vida es ser feliz.
(Queremos agradecer a Bibiana Ripol por las facilidades prestadas para la publicación de esta entrevista).