Este pasado martes, Ademuz marcó la temperatura mínima más baja que se ha registrado en los últimos años en el conjunto de la Comunitat Valenciana, al alcanzar los 15,5 grados bajo cero.
Para encontrar una mínima más baja hay que retrotraerse hasta el 29 de enero de 2006, cuando la Plana de Utiel, con -19ºC, marcó la mínima de todo el territorio valenciano, en circunstancias muy similares a las actuales.
Todavía bajo un gran manto blanco por la copiosa nevada caída como consecuencia de la ya famosa borrasca Filomena, que ha pasado como un helado azote por el interior de las tres provincias de la Comunitat, llega una ola de frío que, tal y como han señalado los expertos, convierte la nieve en hielo y añade un peligro más en lo que al tránsito rodado se refiere, por no hablar del peligro de derrumbe en viviendas, desprendimientos y accidentes provocados por el hielo que esta situación puede producir.
Y mientras, las gentes de Ademuz se prestan a devolver sus calles a la vida normal, en la medida en la que la nieve se lo permite. La maquinaria, y en aquellos rincones a los que éstas no llegan, las personas, se afanan en apartar la nieve -de dónde ha salido tal cantidad, se preguntan algunos- para poder volver a la rutina sumida, eso si, en un frío inmisericorde.
Desde allí nos llega, gracias a la inestimable ayuda de su alcalde, Ángel Andrés González, la otra cara de la nevada, la más amable, al menos. Un Ademuz blanco, instalado inevitablemente en el frío pero también en la belleza de sus calles, sus plazas, su entorno natural, bajo el manto de lo que las tradiciones asociaban con buenos augurios: "Año de nieves, año de bienes".
A esa frase nos acogemos en un año del que todos esperamos mucho. De momento, que haga olvidar a un 2020 aciago y triste por culpa de la pandemia. No será fácil. Pero estas imágenes se empeñan en instalarnos en el camino de la esperanza, a poco que nos entreguemos a la responsabilidad personal y colectiva.