José Carlos Morenilla.- Superar las dificultades: esa es la cuestión. Irene Villa en 1990 era una adolescente de 12 años llena de ilusión, en el seno de una familia madrileña de lo más normal. Ese día, que ustedes pueden encontrar fácilmente en Internet, un atentado de ETA la mutiló cruelmente. Le arrebató la mitad de su cuerpo y su proyecto de vida que a los doce años era casi toda.
El pozo era muy profundo. Sus posibilidades de salir de él, muy pocas.
Hoy la vemos convertida en una mujer atractiva, madre de tres hijos, feliz y decidida a seguir siéndolo el resto de su vida.
Durante un tiempo, fue una activa representante de las víctimas del terrorismo que se oponía a cualquier negociación con la banda terrorista ETA. Hoy, ya hace tiempo que decidió pasar página y dejar atrás esa etapa.
Su primer libro nació como ejemplo de su superación. Saber que se puede. Es un rayo de luz en la oscuridad. Marca el camino para salir del profundo pozo de la desesperanza. Va dirigido a todos aquellos que se creen perdidos; a quienes piensan que lo suyo no tiene remedio; a quienes el dolor y la tristeza les tientan a dejarse morir en el fondo. Saber que se puede es lo primero. Antes del cómo, el cuándo o el porqué.
Irene Villa no le ha hecho trampas a la vida. Nada ha sido fácil para ella en el pasado y no lo será en el futuro, pero aquí está: dispuesta a superar los retos del mañana.
“Cuando no puedes cambiar la situación que te rodea, debes cambiar tú”
Pregunta: ¿Cuánto tiempo te ha llevado poner en limpio esta ideas? ¿Estás satisfecha con el resultado?
Irene Villa: Pues empecé en 2018, con cuarenta años que es una edad muy revolucionaria, por lo menos lo ha sido para mí, y ahí empecé a escribir pensamientos, emociones, reflexiones, aventuras…, los ochomiles que he subido, con muchas ganas de que a los lectores los motive y les dé un poquito de luz en sus vidas si lo necesitan.
P: Además de superar adversidades y escribir libros, eres una persona que se ha empleado a fondo en los estudios, ¿Cómo lo has hecho?
IV: Yo estudié dos carreras, Comunicación audiovisual y Psicología y Humanidades. Tengo dos masters de Psicología Positiva y Bienestar Emocional, y he participado en muchos seminarios. Siempre he sido una estudiante aplicada que tomaba muchos apuntes, pero donde más he aprendido es en lo que me ha tocado vivir. Porque la vida es la que más enseña. Como suele decirse, soy una alumna aventajada de la universidad de la calle.
Ahí he aprendido que cuando no puedes cambiar la situación que te rodea, quien debe cambiar eres tú, algo que está en nuestra mano. Debemos albergar en nuestra mente los pensamientos positivos que hagan posible ese cambio.
P: Además, como cuentas en tu libro, eres “trimadre”…
IV: El amor puede con todo, y cuando lo tienes triplicado con tres hijos, ya ni te cuento. Me lo llevo todo por delante. Y la niña que estábamos deseando, ya ha nacido esta madrugada. Es la hija de la persona que me ayuda en casa, así que imagínate lo felices que estamos hoy todos.
P: Y tú, como madre, estarás pendiente de sus estudios, de sus deberes, de su salud, sobre todo ahora con el riesgo de contagio, ¿no?
IV: No estoy asustada, porque como defiendo en mi libro, el miedo nos paraliza, pero sí que tomo muchas precauciones y cuidado. Sigo lo que nos dice el protocolo de comportamiento recomendado como la mascarilla, los geles, la distancia interpersonal… y mucha tranquilidad porque no podemos vivir con ese desasosiego permanente tampoco.
P: ¿Tus hijos lo saben todo de ti?
IV: Siempre lo han sabido todo y espero que cuando lean este libro sepan muchas más cosas aún.
P: Este libro es una segunda parte de aquel que escribiste a los 25 años, saber que se puede, ¿Hasta qué punto has mantenido tu preocupación por aquellos que necesitan ayuda durante este tiempo?
IV: Cuando has sido víctima de la violencia, del odio o de cualquier otra agresión emocional insana, conectas enseguida con quienes sufren, porque, sometidos al sufrimiento, no tienen libertad emocional. Se sienten esclavos de su situación. No tienen paz en su alma. Son incapaces de esperar volver a ser felices. Cualquiera que ha pasado por ahí, lo sabe e intenta ayudar. Yo, además, he estudiado a fondo el origen de la violencia, la psicología del terrorista y de sus víctimas o las de cualquier otra causa. Mi esfuerzo está encaminado a que todo el mundo alcance la paz moral, porque así se acaba el sufrimiento.
P: Participas en muchas acciones solidarias, eres miembro de varias fundaciones, te mantienes en contacto con los problemas de los demás, ¿No corres el riesgo de caer en el desánimo ante las cosas tan terribles que ves de cerca?
IV: Es cierto que me cuentan historias muy fuertes y por eso me entero de mucho de lo que pasa. Por eso, también he escrito este libro. Trata de ser una respuesta a lo que me preguntan ¿y qué hago ahora? He pretendido recoger en este libro la mayoría de los ochomiles a los que me he enfrentado y a los que se tienen que enfrentar muchos. Creo que no me he dejado nada fuera. Ninguna situación que vive la gente que lo pasa mal; perder un ser querido; un divorcio; perder un hijo; en fin, penurias y problemas que creemos que nos pasan sólo a nosotros, pero que se repiten y que provocan mucho dolor, pero que nunca deben conducirnos al abatimiento.
P: En tu libro valoras la vida como una oportunidad para ser feliz, pero uno no puede olvidar aunque quiera los problemas, lo que ha perdido, ¿Cómo se compagina eso?
IV: No se trata de olvidar. Recordar el pasado por doloroso que sea es algo necesario y hasta sano.Lo que no lo es, es vivir siempre anclado a ese momento en el que sufriste porque eso sería perpetuar el sufrimiento. Hay que sanarlo y no olvidarlo jamás, es decir, recordarlo pero sin que te duela.
P: En tu libro recomiendas practicar deportes y te declaras altamente competitiva. Superar tus propias marcas, está bien, es un gran estímulo, pero competir contra otros y ganarles ¿no es una falta de solidaridad?
IV: (se ríe) Bueno, aunque suene a tópico mi principal motivación en el deporte es superarme a mí misma. Yo, a mis compañeras de equipo o de competición, las adoro y estoy muy a gusto con ellas, aunque haya una que me gana siempre con sólo 15 años. Pero yo sigo entrenando y esforzándome, no para ganarle a ella, sino para superarme cada día yo. Compito en esquí adaptado y siempre quiero bajar en la segunda manga mejor que en la primera y en la siguiente prueba, mejor que en la anterior. Esa es la verdadera competitividad. Lo que busca un deportista. Y así tiene que ser en la vida también. Por eso el deporte es tan importante para todos. Sobre todo para los chavales y los jóvenes. Que crezcan en esos valores, en ese compromiso frente a ti mismo de mejorar.
P: También recomiendas ser exigente a la hora de elegir a quienes te rodean.
IV: Sí. Es importante. Me he dado cuenta de que, en realidad, somos, más o menos, el promedio de las cinco personas con quienes más interactuamos, así, que si nos rodeamos de gente positiva y valiente, pues mucho mejor. Porque las actitudes se contagian. La valentía y la positividad te empujan e igual la negatividad y el miedo te hunden. A una persona apesadumbrada y triste…, hay que ayudarla por supuesto, pero mejor no te quedes mucho tiempo intentándolo porque al final pillarás cosas nada buenas. He visto que hay personas que no quieren que se las ayude, que quieren seguir arrastrando su pena. Antes, yo era de las que me desvivía sin límite, pero ahora ya se decir:¡hasta aquí! Uno no se salva si no quiere.
P: Otras de las cosas que recomiendas en tu libro es viajar. ¿Por qué?
IV: Te abre la mente y te ayuda a relativizar. Yo he ido a la India y África. Y cuando he visto cómo vive mucha gente allí, me digo pero bueno, ¿de qué me quejo? Hay dos preguntas que me he hecho siempre desde pequeña y que recomiendo a todo el mundo: si ella puede ¿por qué yo no? Y la otra ¿de qué me quejo? Y es verdad, hay que viajar y ver. A la mente hay que tirarla del confort como si fuera un paracaídas porque es cuando se abre.
P: Además de escribir ¿Qué otras cosas haces para hacer llegar tu mensaje?
IV: Escribo y doy charlas cuando me las piden. Siempre estoy muy ocupada. A pesar de eso, quiero encontrar espacio vital para el esquí, y este invierno si el Covid lo permite, volveré a los entrenamientos y a la competición. Cuando tratas de hacer llegar este mensaje de superación, debes saber que las palabras son importantes, pero que el ejemplo arrastra. Así que mientras pueda, me enfrentaré a mis ochomiles para inspirar a los que lo necesiten.
P: Me imagino que tendrás montones de solicitudes de entrevistas y vistas a personas que están en situaciones difíciles, porque para los que han sufrido grandes traumas saludar a Irene Villa es como recibir la vista de los Reyes Magos de la vida…
IV: (Se ríe de nuevo, un poco emocionada) Me encanta ir a hospitales porque sé que eso puede marcar un antes y un después. Recuerdo a la gente que venía al hospital a verme y lo mucho que me ayudó. Todos los días recibo vídeos, mensajes, solicitudes de ayuda, tantos que casi no doy abasto. Pero lo hago encantada porque sé lo importante que puede ser.
P: Para terminar, nos invitas a mejorar siempre, pero algunos ya somos mayores y nos conformamos con mantenernos.
IV: Nada de eso. El esfuerzo debe ser para mejorar siempre. Yo hablo de los cuarenta años revolucionarios, pero cuando llegue a los cincuenta serán mejores, y de los sesenta ya ni te hablo, porque tengo una madre con 69 que está cada día más guapa y más feliz. Así que mi reivindicación es mejorar. Mejorar cada día de tu vida.
La obra
Los Ochomiles de la vida, Irene Villa, Editorial Planeta, 253 páginas.
Como subtítulo, a modo de mensaje, “La vida es un reto: afróntalo”
Encontrarán los lectores en la solapa del libro una sucinta enumeración de algunos de los méritos acumulados por la autora en este corto tramo de su vida, pues apenas ha entrado en la cuarentena. Su ejemplo vital es sobrecogedor pese a que su vida no estaba diseñada para serlo. Eso es en esencia lo que encontrarán en este libro: cómo superar las dificultades que nos encontramos, sean cuales sean.
La autora, inspirándose en el enorme reto que supone ascender hasta la cumbre de una montaña de ocho mil metros, la máxima altura que puede encontrarse en la Tierra, invita a cada uno de sus lectores a afrontar el esfuerzo para superar nuestras dificultades como si de tal ascensión se tratase.
A lo largo de sus páginas encontraremos los sentimientos y detalles psicológicos de su andadura personal. Ella desnuda su alma ante sus lectores, y resulta emocionante descubrirla.
Pero no es un relato sensiblero de su esfuerzo. Es un compendio de recomendaciones de alguien con una exquisita formación académica y moral. No sobra ni una frase. Y cada una de ellas está fundamentada en ideas seleccionadas con acierto y expresadas con erudición. Términos como dedicación, determinación, disciplina, actitud…, cobran todo su sentido.
Las palabras de este libro los cautivarán y el ejemplo de su vida los arrastrará.
Como en aquella canción infantil, todo está en los libros, todo lo que necesitan para vencer los retos propios, está en este libro.
Irene Villa es algo muy nuestro y este obra debería convertirse, también, en nuestro libro de cabecera.