Tantas lecturas posibles como almas visiten la exposición, es lo que ofrece una muestra única en la que el equipo del IVAM ha volcado un gran trabajo y que ha fructificado en la muestra ¿Cuál es nuestro hogar? Quin és el nostre llar? What is your place?, gracias a la relación que el museo valenciano ha construido de igual a igual con el MAXXI de Roma, el más importante museo contemporáneo de Italia.
El propio José Miguel G. Cortés ha ejercido hoy de maestro de ceremonias en la presentación de la muestra a los medios de comunicación. El discurso que pone en escena esta selección de 12 instalaciones, tanto de la colección del IVAM como del MAXXI romano, ofrece múltiples lecturas y reflexiones sobre el concepto de hogar, tanto íntimo como social, tanto privado como público, tanto metafórico como político y reivindicativo.
De hecho, la traducción que podría parecer no exacta al inglés en el nombre de la muestra, ha explicado G. Cortés, no es casual: El término “place” en inglés se refiere más a ‘lugar’ que a ‘hogar’ que sería más correcto en ‘home’- y aporta la visión del hogar como nuestro lugar, nuestro espacio, otra acepción que amplía el significante del hilo conductor de la muestra.
El viaje que propone el IVAM en las galerías 4 y 5 simultanea salas sumidas en la oscuridad con otras tremendamente luminosas, y en todas ellas un gran espacio que permita al visitante enfrentarse con cada obra en toda su dimensión y plenitud.
La estética y la ética, la poesía y la denuncia social, el intimismo y el colectivo, sobrevuelan el conjunto de instalaciones para ofrecernos una dualidad de la que cada uno extraiga su propio relato, un relato abierto que cada artista sólo sugiere para que el visitante lo complete con su propia aportación mental al espacio físico, pero también conceptual.
Richard Hamilton, con su canto a la sociedad del consumo y a la importancia del cine, abre la muestra con una estética pop desenfadada y colorista por un lado, pero tremendamente reivindicativa y comprometida por otro.
Otras obras como la del arquitecto Teddy Cruz constituyen una contundente crítica política en una instalación cóncava compuesta por más de trescientos conos de tráfico. “Unos elementos banales como los conos de circulación nos impiden acercarnos al interior de la obra transformándose en una especie de arma”, ha apuntado el director del IVAM.
Algunas obras de la muestra adquieren nuevas lecturas tras los cambios radicales que ha traído el coronavirus a nuestras vidas. Es el caso de las 150 fotografías de Gabriele Basilico de la Colección del IVAM tomadas en Berlín, Madrid o Milán que muestran ciudades desiertas en las que no hay ningún ser humano. “Durante el confinamiento recuerdo el silencio sepulcral de las calles roto de repente por el sonido de ambulancias”, ha recordado Cortés al ver las fotografías de unas ciudades representadas como un teatro sin actores.
“La exposición habla de espacios físicos, pero sobre todo de espacios mentales”, ha remarcado el comisario. Un buen ejemplo es la instalación Infinite Cell (2004) de Alfredo Jaar en la que recrea una celda forrada de espejos como metáfora de las barreras físicas y el deseo de superar los muros que separan las sociedades. Otra instalación icónica es Triplo igloo (1984-2002), una de las últimas obras que realizó Mario Merz. Se trata de tres de sus característicos iglús, formas que remiten al hogar más primitivo, que obligan al espectador a transitarlos y preguntarse acerca de cómo las formas arquitectónicas y sus materiales condicionan nuestros actos más cotidianos.
La docena de instalaciones que componen la muestra se suceden a través de salas hiperiluminadas que contrastan con salas en penumbra, acentuando la incomodidad del espacio. De esta forma nos encontramos con piezas inacabadas como una escultura de Bruce Nauman “que parece derrumbarse” frente a una poética instalación multimedia de William Kentridge “que reflexiona sobre algunos de los tópicos del colonialismo”, ha comentado el director del IVAM. Estas referencias a la segregación racial o el apartheid también están presentes en la video instalación de Kara Walker en la que dos esclavas negras pasean por un entorno idílico con una campanilla que delata su posición. “Vayan donde vayan están vigiladas”, ha apostillado el comisario de la muestra.
La exposición intenta comprender de qué modo los espacios marcan el tiempo y están vinculados a la memoria del lugar. Como esa yurta de la artista Jana Sterbak que da la bienvenida al visitante a la exposición y le anima a pensar en ese deseo de construir un hogar, un cobijo, una guarida.
La conclusión que cada visitante extraiga de la exposición depende de la experiencia -tanto mental como espacial- que haya obtenido de su visita a la muestra. De ahí que cada detalle de la puesta en escena, desde la selección de las obras hasta la distribución de éstas a lo largo del recorrido propuesto, construyan un relato abierto en el que, una vez más, la participación es la clave del resultado. Un éxito que hay que agradecer a un equipo magnífico, el del IVAM, empeñado en ofrecer a la ciudadanía una experiencia del Arte que invita a la participación y la reflexión.