
Portavoz del PP de Estivella
El hombre es bueno por naturaleza, afirmó Rousseau en el siglo XVIII. Lástima que no se rodeara de hombres, añadiría yo. Pero esta frase filosófica que nos ha acompañado en la Historia de la filosofía poco más de dos siglos (él nace a final del s. XVIII) ha generado en el hombre un gran desconcierto y vulnerabilidad. Pues, frente a la tradición teológica donde Dios actúa para hacer al hombre mejor persona, o santa, o pacifista, o altruista; Rousseau inyecta una ‘moral’ nueva afirmando que somos buenos por naturaleza.
¿Quién lo diría? El verso ‘Salimos más fuertes’ que promulgó el Ministerio de Sanidad en el año COVID inundó las portadas de los periódicos, todo acompañado de música y aplausos efímeros; y demostró ser una alegoría cercana a somos buenos por naturaleza. Basta con observar nuestra realidad.
Y he aquí que nos encontramos con eso, una realidad que llama a la verdad, pues la vida se toca y no queda aislada de buenas intenciones, como diría aquel proverbio: de buenas intenciones está lleno el infierno. Hoy nos sumergimos en una realidad obtusa, con muchos mensajes contradictorios y sin una verdad clara. España se ha convertido en un eufemismo de la “buena naturaleza del hombre”, y más concretamente de nuestro Presidente.
Un Presidente ajeno a la realidad y cercano a la vileza del egoísmo. Una realidad decorada con grandes titulares, perfumes y zorras en Eurovisión; y distorsionada, donde un terrorista (asesinos de personas), un ladrón (hurtadores de la caja común para fines propios) y un fugado por miedo a afrontar la realidad del Estado de Derecho, hacen de nuestra sociedad una nebulosa alterada del análisis crítico, veraz y constructivo que ellos mismos pretenden impedir.
Es cierto que todo hombre tiene un plan, un proyecto de vida inspirado, o no tan inspirado, y todos parten de sensibilidades distintas y biografías diferentes, pero con un objetivo común: crecer. Para ese objetivo que todos tenemos, el de crecer -para el bien o para el mal- todos nos organizamos, más juntos o más separados, pero necesitamos una comunidad, una familia, una sociedad.
Llevamos cuarenta años de Democracia esta familia que es España, pero los planes de unos y los de otros cada vez se encuentran más alejados de la realidad, del objetivo común, de crecer. Al parecer, el único objetivo que prevalece es destruir al otro que se ha convertido en un contrario.
Llegados a este punto, es lógico que aquellos distintos, diferentes que firmaron un documento hace 46 años han quedado relegados a unos que todavía anhelan ese espíritu y otros que tienen una cama confortable como nunca antes la habían tenido, las consecuencias dan igual, pues fue lo primero que cambió, su cama.
Ahora una corriente de pensadores alza la voz como en aquel 11M ante la corrupción, sacan sus tractores los del 6F para parar a aquellos que rompen el objetivo común por el propio. No somos perfectos, ni buenos, ni mucho menos guapos como el Presidente. Somos normales con un objetivo común: crecer.