En España, como en el resto del mundo, los secuestros, desapariciones, crímenes violentos y resto de delitos son investigados por la policía. ¿Pero qué policía? A diferencia de lo que sucede en los países más desarrollados de nuestro entorno, aquí, no están clasificados los delitos y asignados a distintos cuerpos especializados de policías. Eso está en “trámite” en estos momentos. Por ahora, si los delitos son urbanos y en grandes ciudades, de ellos se encarga la Policía Nacional que puede hacer intervenir, o no, a alguna unidad especializada. Si se producen los delitos en el ámbito rural o pueblos pequeños, se encarga la Guardia Civil que también dispone de unidades especializadas intervengan, o no. Y, por último, cuando los delitos se producen en lugares a mitad de camino entre la ciudad o el campo, pues se encarga el que “llega primero”. Si se trata de Cataluña o el País Vasco pueden intervenir los Mossos o la Ertzaintza. Todo ello matizado con la competencia del verdadero responsable de las actuaciones que es el juez de instrucción del lugar, con el que los policías tendrán que consensuar todas sus iniciativas.
En España, se denuncian aproximadamente 25.000 desapariciones de personas al año. De 2010 a 2020 se produjeron 219.425 desapariciones, según datos del Ministerio del Interior en el último informe de personas desaparecidas que ofrece la información hasta 31 de diciembre de 2020. Un retraso informativo notable. De esas desapariciones, 4685 estaban sin resolver. En ellas están enmascaradas miles de crímenes y secuestros. Entre las desapariciones no resueltas, tenemos centenares de cadáveres sin identificar; pero entre las “resueltas”, hay un buen número de “aparecidos” muertos que sabemos quienes son pero de los que no sabemos en qué circunstancias murieron.
De todo esto que cuento hasta aquí no se dice nada en el libro que motiva este comentario. Es una introducción que me permito para ponderar el esfuerzo tremendo, vocacional, desinteresado y profesionalmente fabuloso de los autores de este libro.
Amós Vanacloig (Valencia 1977), uno de sus autores, es policía local desde el año 2000. Ya policía, llevado por su vocación, estudió y se licencio en Criminología en la Universidad de Valencia. Digo vocación, porque la policía local no tiene esas competencias. Por circunstancias que se explican en la obra, entró en contacto con la Asociación Laxshimi y su Proyecto Nacional Prometeo para la Revisión de Crímenes y Desapariciones sin Resolver. Esta asociación está dirigida por otro criminólogo, Felix McGrier Ríos (Tenerife 1974) que es el coautor de este libro.
Amós llevaba un tiempo estudiando los crímenes sin resolver en Macastre. Aún hoy día, esos crímenes permanecen en la memoria de los valencianos que año tras año los recordamos cuando se acercan las fechas en que sucedieron. En nuestro periódico, publicamos esta información en 2021 que puede rememorar los datos para aquellos que no los recuerden.
Cuando la Asociación Laxshimi supo del interés del autor por resolver esos crímenes, fue invitado a formar parte de su equipo ya que estaban estudiándolos también en relación a otra investigación de la época: el asesinato de las niñas de Alcàsser. El fruto de esa colaboración es esta obra.
Entrevista
Pregunta: ¿Crees que es necesario el enfoque criminalístico en la investigación de delitos?
Amós: La Criminalística es una ciencia absolutamente necesaria para la investigación de delitos graves. El investigador no puede dar por cierto ningún indicio clave hasta no ser probado sin ningún género de duda. Esa formación y ese enfoque debería ser exigible en los investigadores. De no ser así se dejan sin resolver muchos casos.
P: Este esfuerzo de investigación que hacéis en la asociación es por vocación. Al margen de tu trabajo diario. ¿No?
Amós: Sí, claro. Esto lo hago como criminólogo en el tiempo libre de mi trabajo como policía. Y sin ánimo de lucro ninguno.
P: Y ¿cómo podéis acceder a los expedientes judiciales y policiales de los casos que investigáis?
Amós: En España, los casos sin resolver están archivados en los juzgados. Para acceder a ellos sólo podemos hacerlo si alguna de las familias nos permite ser acusación particular o si nuestra asociación es aceptada como acusación popular. Una vez personados, a través de abogado y procurador, solicitamos los expedientes judiciales. Cuando nos los enseñan, normalmente nos los escanean y envían o nos hacen fotocopias de lo que hay. Rara vez necesitamos acudir al archivo del juzgado porque hoy ya no te permiten sacar los sumarios del archivo. Pero en muchos casos faltan diligencias importantes o incluso están desaparecidos expedientes enteros. Tenemos el caso Ana Llorca del año 1992 en que aparece el cuerpo de una joven maniatada y muerta en un campo de naranjos, y cuando nos personamos y pedimos el expediente nos encontramos con que se ha perdido y ya no hay nada relacionado con el caso. Reconstruir un caso de esa fecha desde cero es casi imposible.
P: Investigáis casos sin resolver a veces de más de 20 años. Los delitos pueden haber prescrito. ¿Es así?
Amós: Por desgracia es así casi siempre. Pocas veces se nos permite trabajar a la par que los investigadores policiales. Nos gustaría que se nos llamara en casos vivos. Que algún familiar nos pidiera que ayudáramos en la investigación en marcha. Creemos que nuestra ayuda sería muy valiosa. Pero cuando investigamos casos de hace años, nos encontramos que las responsabilidades penales ya han prescrito. En el caso de Macastre es así.
P: ¿Habéis encontrado hostilidad al intentar resolver un caso antiguo?
Amós: Si los casos fueron muy seguidos por la prensa, los familiares, conocidos o relacionados con las víctimas suelen ser poco receptivos por miedo a volver a ser acosados. Así, además al tiempo, tenemos que vencer las reticencias de los testigos.
P: En el caso de Macastre ¿Crees que la investigación que se hizo entonces fue suficiente?
Amós: Hubo cosas mejorables. Cuando aparece el primer cuerpo se dejan transcurrir casi meses hasta encontrar por casualidad al otro que estaba a escasos 400, 500 metros. Se hizo una batida de búsqueda pero no fue lo suficientemente extensa. De haberlo hecho el examen del cadáver hubiera sido más relevante. Y, además, cuando se encuentra, el examen forense es prácticamente inútil. Se hizo un trabajo como se hacía hace un siglo: en las dependencias del cementerio, sin instrumental,... en fin, no quiero entrar a valorar con detalle el trabajo de toda la investigación pero fue realmente mejorable.
P: Los lectores podrán seguir el caso en el apasionante relato que de él hacéis en el libro, pero hay algo que me ha llamado mucho la atención: el tercer cuerpo aparece mucho tiempo después y descubierto por casualidad ¿No se pudo encontrar antes?
Amós: Claro que sí. Hubo una llamada que explicaba con exactitud dónde estaba. Y esa llamada sorprendentemente, consta en las diligencias pero nunca se investigó aunque daba detalles y nombres. Lo curioso es que se reproduzca la conversación telefónica en el expediente y no se investigara lo que decía. No tiene explicación. A ese último cuerpo le faltaba un pie, que fue encontrado mucho tiempo antes en una calle. Fue algo que llamó la atención y hasta hubo un reportaje de TVE, pero ahí quedó todo.
P: A pesar de todo eso, aunque le falta un pie, aunque hubo una llamada, cuando aparece el tercer cuerpo no se lo relaciona con Macastre inicialmente y no se sabe de quién es. ¿Eso es frecuente en la aparición de cadáveres?
Amós: Desgraciadamente, sí. No se dice, pero este tipo de crímenes y asesinatos quedan en el olvido muchas veces. Cuando apareció el cuerpo la Guardia civil lo tuvo que cotejar con la descripción de entre 18 a 25 chicas desaparecidas en la zona en esa época.
P: Eso me lleva a preguntarte ¿Cuántas chicas de esas edades desaparecían en la Comunidad Valenciana sin nunca llegar a saberse nada más de ellas?
Amós: Para mí, muchísimas. Es un dato tabú que se enmascara, como el de los suicidios.
P: Y ¿hoy sigue pasando?
Amós: En aquella época más, pero hoy sigue pasando y sigue siendo tabú su información. Hay cifras, hay una información global sobre desapariciones, pero apenas es la punta del iceberg.
P: En el libro relacionáis Macastre con Alcàsser. ¿Por qué?
Amós: El comportamiento de los asesinos muestra que se trata de personas habituadas a cometer esos crímenes. Tienen un patrón común. Es razonable pensar que quien fue capaz de cometer esto lo hizo otras veces. Los lectores tienen suficientes elementos de juicio en el libro para formarse una opinión.
P: Sé que seguís trabajando para esclarecer y hacer justicia a víctimas olvidadas. ¿Habrá más libros como éste?
Amós: Estamos trabajando en más casos y sé que se están documentando, pero no sé si al final se publicarán en forma de libro nuestras conclusiones. Lo que sí puedo decirte es que trabajamos todos los días en distintas zonas de España con rigor y esfuerzo para desvelar todo lo que se puede saber de estos crímenes.
P: ¿Cuáles son los problemas más importantes con los que os encontráis?
Amós: Cuando abrimos una investigación tratamos de contactar con todos los que en su día intervinieron. Eso en alguna ocasión ha molestado a los miembros de la Policía o Guardia Civil que intervinieron porque creen que se viola su privacidad. Por suerte pocas veces. Por lo demás, es sobre todo el tiempo el que hace huir la verdad de lo que pasó.
P: En Estados Unidos, por ejemplo, hay cuerpos de policía especializados para según qué cosas. El FBI interviene para algunos delitos en todo el país y las demás policías se inhiben. ¿Crees que en España debería ser igual? ¿Hay falta de especialización?
Amós: Lo que he comprobado es que, hasta ahora, no se comparte suficiente información entre los distintos cuerpos policiales. Hay cosas que sabe la Guardia Civil que ignora la Policía Nacional, y viceversa. Más que unificar en una unidad nacional las investigaciones, lo que se debería conseguir es unificar datos. Que todas las policías tuvieran acceso a una base de datos común. Es normal que durante una investigación haya datos reservados, pero después deben compartirse todos. Se resolverían muchos más crímenes. A esta fragmentación y falta de coordinación contribuye el deseo de resultar “estadísticamente” más eficaz que el otro cuerpo.
P: Por último, ¿qué mejora procesal o de procedimiento pedirías?
Amós: Debería revisarse para determinados crímenes la definición procesal de “caso juzgado”. Si aparecen nuevas pruebas que no pudieron obtenerse en su momento, el caso judicial debería poder reabrirse. Es evidente que las nuevas tecnologías pueden resolver incógnitas que hace años eran imposibles.
La obra
¿Qué pasó en Macastre? La revisión de un triple crimen olvidado. Editada en Círculo Rojo, 2019 (séptima edición revisada 2021), 229 pgs. Autores Amós Vanacloig y Felix Ríos. Incluye mapas, esquemas y fotografías.
Se trata de una pormenorizada exposición de todas las diligencias y pruebas que se practicaron y obtuvieron como consecuencia de los crímenes acaecidos en enero de 1989 en la localidad valenciana de Macastre. Los autores van reconstruyendo el relato exacto de lo que hoy, gracias a su esfuerzo, sabemos que sucedió y planteando las hipótesis más verosímiles de lo que desconocemos. No ocultan su decepción ante las lagunas que en la investigación policial nunca se completaron y que construyen una cadena de omisiones que dio como resultado que los asesinos de aquellos niños nunca pudieran ser entregados a la justicia.
Tres adolescentes Valeriano de 14 años, Rosario de 15 y Pilar de 14 murieron asesinados aquel fatídico enero de 1989. La historia es sobrecogedora. La impunidad y el olvido lacerante. Hay en la obra un cuidadoso respeto por la identidad emocional y social de los jóvenes muertos. Con la lectura aprenderemos los lectores a respetarlos también en su forma de vivir y sentir; a quererlos; y a lamentar profundamente su injusto final. Eso no puede estar separado de la indignación espontánea por el desastroso resultado de la investigación de sus muertes.
En sus páginas, encuentro yo como lector, el reflejo de un muchacho Valeriano, casi un niño, crecido por las dificultades, que tiene por todo universo la amistad íntima y desesperada de sus dos amigas, Rosario y Pilar. Unos jóvenes que viven casi sin nada, enfrentados a la vida prematuramente como lo fue hace quinientos años el Lazarillo de Tormes, sobreviviendo de la limosna o la picaresca. ¿Merecían morir por eso? No. Rotundamente no. Por toda posesión del grupo a Valeriano le encontraron 165 pesetas, una cantidad dolorosamente parecida a un euro.
Si al leer este libro ayudamos a crear la conciencia necesaria para que ningún crimen como este quede impune, su lectura habrá valido la pena, porque si desamparamos y olvidamos a estos jóvenes, somos más ciegos que el ciego del Lazarillo.