De entre todos las leyendas, negras y blancas, malas y buenas, que circulan por la Red de Redes, las que me suelen dejar con mayor sensación de satisfacción son las que se atribuyen a filósofos y pensadores de diferentes momentos de la Historia. Mao, Sun Tzu, Gandhi, Confucio… Lógicamente no faltan pensamientos, frases o citas de dudosa autenticidad, e incluso ocurre que algunos ‘fakes‘ llegan a asentarse en el saber colectivo como si de verdades inmutables se tratara. Recuerden el famoso epitafio que nunca dejó escrito Groucho Marx y que por supuesto no aparece en su lápida: «Perdonen que no me levante».
Más allá de su autenticidad o falsedad, lo cierto es que la reflexión que contiene lo difundido aprovechando la potencia de eco que da la app de mensajería de uso más extendida a lo largo y ancho del mundo mundial ofrece, cuanto menos, una buena excusa para pensar las cosas un par de veces y con el talante necesario para no caer en el ‘orejerismo burril’ que nos imponen los Mass Media.
Le preguntaron a Rumi,
¿Qué es el veneno?
– Cualquier cosa más allá de lo que necesitamos es veneno. Puede ser el poder, la pereza, la comida, el ego, la ambición, el miedo, la ira, o lo que sea …
¿Qué es el miedo?
– La no aceptación de la incertidumbre. Si aceptamos la incertidumbre, se convierte en aventura.
¿Qué es la envidia?
– La no aceptación de la bienaventuranza en el otro. Si lo aceptamos, se torna en inspiración.
¿Qué es la ira?
– La no aceptación de lo que está más allá de nuestro control. Si aceptamos, se convierte en tolerancia.
¿Qué es el odio?
– La No aceptación de las personas como son. Si las aceptamos incondicionalmente, a continuación, se convierte en amor.
¿Qué es la madurez espiritual?
Es cuando se deja de tratar de cambiar a los demás y nos concentramos en cambiarnos a nosotros mismos.
Es cuando aceptamos a las personas tal como son.
Es cuando entendemos que TODOS están en lo cierto según su propia perspectiva.
Es cuando se aprende a «dejar ir».
Es cuando se es capaz de no tener «expectativas» en una relación, y damos de nosotros mismos por el placer de dar.
Es cuando comprendemos que lo que hacemos, lo hacemos para nuestra propia paz.
Es cuando uno deja de tratar de demostrar al mundo lo inteligente que es.
Es cuando dejamos de buscar la aprobación de los demás.
Es cuando paramos de compararnos con los demás.
Es cuando se está en paz consigo mismo.
La madurez espiritual es cuando somos capaces de distinguir entre «necesidad» y «querer» y somos capaces de dejar ir a ese querer
…Por último y lo más importante!
Se gana la madurez espiritual cuando dejamos de anexar la «felicidad» a las cosas materiales!