En 1993, tras el final de la Unión Soviética, elijo esta fecha viendo a Boris Yeltsin subido a un tanque que había disparado contra la sede del gobierno ruso, la Federación Rusa restituyó como símbolo nacional la bandera tricolor y el escudo del imperio de los zares: el Águila Bicéfala.
El imperio ruso
¿Qué era aquella Rusia del Imperio? ¿Quiénes eran los zares? Para un ciudadano europeo del siglo XXI que observa el régimen democrático de algunos países con monarquías parlamentarias, es difícil ni tan siquiera imaginar el poder y el despotismo con que los zares rusos gobernaban su país. Rusia era un conglomerado de territorios poblados por gentes de razas, lenguas y costumbres distintas tan sólo unidos por la férrea voluntad del Zar. El Zar..., y la Iglesia Ortodoxa que era su principal soporte cultural y político. Nunca “ortodoxo” ha tenido un significado tan literal como cuando se refiere a la Iglesia rusa zarista: fanatismo religioso, inmovilismo cultural, elitismo sacerdotal, desprecio por el pueblo, corrupción y nepotismo, etc...
¿Y el Zar? Era el paradigma de tirano cruel y todo poderoso. Sin más Ley que su voluntad. Sus nobles, que a su vez ejercían la crueldad y el despotismo con sus siervos, eran frecuentemente víctimas de los caprichos, rencores y sospechas, fundadas o no, del Zar que los desposeía de todo privilegio y bienes repentinamente o los mandaba ejecutar sin apenas motivo.
El pueblo ruso, habitante de una tierra casi inhóspita, estaba sometido en un régimen feudal que se extendió en el tiempo hasta bien entrado el siglo XX. Campesinos analfabetos que apenas si eran mejor considerados que los aperos de labranza por sus señores y que además cargaban con el inevitable peso de una religión alienante, llena de supersticiones donde los sacerdotes, los iconos sagrados y las cúpulas doradas de las iglesias y catedrales eran la representación del paraíso y la amenaza permanente del infierno.
La represión zarista
El Zar más famoso y representativo de lo que fue el Imperio ruso es Iván Vasilich, apodado El Terrible. Incorporó Siberia al imperio y fue el que liberó a Rusia de dominio de los tártaros de fe musulmana. Cuando tomó Kazán, su capital, a los habitantes que no habían muerto en el asedio, asalto y saqueo, los desterró y sustituyo por colonos rusos de religión ortodoxa y levantó sus primeras catedrales, en una forma de proceder que serviría de inspiración a los futuros gobernantes rusos. La forma de conquistar una ciudad, se rindiera o no, suponía casi el exterminio de la población, las violaciones de las mujeres, el saqueo de sus bienes y la ejecución por empalamiento de los hombres. Y eso no sólo con los territorios que conquistaba sino también con las ciudades rusas cuyos gobernadores o príncipes se sublevaran o mostraran descontento con su autoridad.
Creó la 'Oprichnina', una especia de guardia pretoriana y represora cuyos crímenes harían palidecer palidecer a las SS alemanas. La represión de Novgorod, ciudad donde nació Rusia, por la oprichnina fue espantosa. Los cadáveres arrojados al Volga formaban represas donde los peces se ahogaban por la cantidad de sangre. En su sed de saqueo los opricniks torturaban a la gente para que les dijeran dónde guardaban el oro o las joyas. Tal era la crueldad de la tiranía del zar que la revolución soviética de 1917 estalló sin remedio y se extendió por toda Rusia como el fuego en un charco de gasolina.
La URRS
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que sustituyó el gobierno de los zares, incluía bajo este nombre algunas realidades inexactas si no mentiras. No era una unión en cuanto a las naciones que bajo esas siglas se mantenían no lo hacían libremente sino sometidas a la fuerza; su forma de gobierno difícilmente podía calificarse de república cuando sus dirigentes no eran elegidos libre y democráticamente por sus ciudadanos; y ya no eran soviéticos porque los 'soviet', asambleas libres de iguales, dejaron de ser representativas en Rusia cuando Stalin ocupó el poder. Mantuvieron, eso sí, el espíritu comunista sólo cuando el interés por los ciudadanos no se opusiera al interés del Estado que estaba por encima de todo.
La represión soviética
Con la pronta llegada al poder de Stalin, los impulsores de la revolución que podían hacerle sombra fueron acusados de traición, torturados para que confesasen todo tipo de crímenes contra el estado y ejecutados. Terminada la segunda guerra mundial Stalin entró en una especie de pánico conspirativo en que poblaciones enteras eran deportadas a regiones inhóspitas del país y cualquier actitud de rebeldía ante el despotismo era castigado con largas y terribles penas de trabajos forzados. Con la llegada de la perestroika y la glasnost se pudo documentar que al menos 28,5 millones de ciudadanos rusos fueron condenados a trabajos en los gulags, campos de trabajo forzoso, que se convirtieron en lugares de muerte donde perecieron no menos de 20 millones de personas que habían mostrado alguna objeción a su gobierno o que simplemente molestaban a los intereses de la corrupción que es extendía como una plaga. A estos desdichados hay que sumarles las familias de los condenados que eran expulsadas de sus hogares y trabajos y perecían de hambre y frío sin remedio.
Durante este periodo de ignominia, mientras intelectuales comunistas de toda Europa ignoraban conscientemente estos crímenes, Rusia levantó el muro de Berlín como paradigma de lo que se llamó el 'Telón de Acero' para los ciudadanos “liberados del capitalismo” no fueran a escaparse. Así mismo, la URRS sometió a muchos países y regiones de los que son más conocidos Checoslovaquia y Afganistán.
La democracia y la tiranía que siguió
Durante un corto periodo de tiempo de 1993 a 2008, la tiranía que soportan los ciudadanos rusos durante siglos pareció terminar y vivieron el espejismo de la democracia, la Libertad y la Justicia. Sorprendentemente eran una sociedad preparada para ello. La educación pública, la solidaridad social que había calado con el comunismo y su deseo ferviente de libertad los colocó en una situación de ventaja frente a otras sociedades incapaces de valorar la democracia. Con sólida formación profesional, espíritu de trabajo, gran capacidad de sacrificio y unas enormes reservas de materias primas esenciales, gas y petróleo, el pueblo ruso apareció en el concierto de naciones como una sociedad emergente destinada a ocupar un lugar muy influyente en el concierto internacional.
Pero el todo poderoso aparato del Estado nacido con el comunismo no desapareció de repente sino que el espacio que iba desde un presidente convencido de las reformas y un pueblo que lo apoyaba debía articularse con instituciones y organismos democráticos que como no existían fueron ocupados por mafias. A eso iba a unirse la presión independentista de muchas repúblicas y regiones que sólo estaban adheridas por la fuerza. Hubo protestas, revueltas e incertidumbre sobre la capacidad del nuevo estado. La violencia y el fenómeno terrorista golpeó duramente a una sociedad inmadura y sorprendida. De ahí surgió el nuevo presidente: un hombre fuerte que conocía los recursos y secretos del viejo poder y que ofreció estabilidad y orden en un momento crucial.

Fue elegido democráticamente y gobernó legalmente el periodo que le permitía la nueva constitución 2000-2008. Durante ese tiempo se ocupó de restituir todos los recursos autoritarios del estado soviético con personas leales e hizo desaparecer los conatos de oposición por los viejos métodos de siempre. Cuando llegó el momento de abandonar el poder, reformó la constitución para perpetuarse en ella, como hacen todos los dictadores que en el mundo han llegado al poder por los votos. Y ahí acabó la esperanza de libertad del pueblo ruso con el agravante de que ahora no había un Politburó o partido que limitase su poder. Sin una organización ni partido que lo controle el nuevo zar hereda el poder omnímodo de siempre.
Para culminar la espantosa escena repescada del pasado, la Iglesia Ortodoxa se ha apresurado a ponerse del lado del tirano.
Así que ocupar lo estados vecinos es lo que hicieron los zares siempre. Disponer de soldadesca salvaje, mal pagada y con licencia para el saqueo y los crímenes es lo de siempre. Rodearse de una nueva nobleza enriquecida, mafiosa, cruel y sometida a su voluntad equivale a los viejos boyardos y gobernadores tiránicos de siempre.
La vieja realidad
Y para aquellos que traten de imaginar que hubiera pasado si los ucranianos no se resisten y se dejan “ocupar” como los checoslovacos, ya pueden ir tomando nota de las deportaciones masivas de la poblaciones que van ocupando. ¿Que remota región de Siberia pretende repoblar ahora el nuevo zar? ¿Qué explotaciones mineras necesitan nuevos trabajadores forzosos? Eso nunca lo sabremos, porque aquellos que suben a sus trenes desaparecen como el humo tras el incendio..., como siempre.
Sólo me quedan dos incógnitas en este 'déjà vu' de la historia rusa:
- ¿Soportará la tiranía un pueblo ruso que ya no lo forman campesinos analfabetos sino gentes que son capaces de reconocer el mal y oponerse?
- En el cine y las historias de la segunda guerra mundial se preguntaba ¿cuál hubiera sido el final si Hitler hubiese tenido bombas atómicas?
Me temo que ahora vamos a saberlo.
Referencias bibliográficas
Redacto este apasionado escrito impresionado por lo leído en :Los hombres del zar de Vladimir Volkof, Del Águlia bicéfala a la bandera roja de Krasnov, Ivan el Terrible de Catherine Durand que son novelas históricas de segundo grado; en el ensayo Gulag, de Anne Applebaum; y en el the Black Book of Communism de varios autores franceses.
Y, sobre todo, en lo que publican hoy millares de medios informativos hoy.