No debería dar ideas gratuitas, ya que quienes lo hacen, son asesores y se les pagan pingües beneficios por aconsejar muchas veces auténticas tonterías, pero claro ya se sabe: son amiguetes a los que hay que contentar, adular, alabar y pagar. Quizás, lo que más socorrido me parece, es formular determinadas teorías arquitectónicas y de Historia del Arte, que se pueden tener en cuenta a la hora de crear un espacio cómodo, agradable, bonito, digno y sobre todo con estructura funcional, para que todos podamos disfrutarlo. Los lectores, ya supondrán a la Plaza a la que me voy a referir, pero no voy a decirles de momento nada más, para que sigan el presente artículo.
Comenzaré por dar una definición del sentido de la plaza: Una plaza, es un espacio urbano público, amplio o pequeño y descubierto, en el que se suelen realizar gran variedad de actividades. Las hay de múltiples formas y tamaños, y construidas en todas las épocas, pero no hay ciudad en el mundo que no cuente con una. Por su relevancia y vitalidad dentro de la estructura de una ciudad se las considera como salones urbanos. Las plazas son el centro por excelencia de la vida urbana. En ellas se concentran gran cantidad de actividades sociales, comerciales y culturales. Las funciones simbólicas, tanto políticas como religiosas son de gran importancia en estos espacios, siendo elegidas para la celebración de coronaciones, ejecuciones, manifestaciones, procesiones, canonizaciones… A menudo son elegidas para levantar en ellas monumentos conmemorativos o estatuas, ya que son espacios singulares y adecuados para los mecanismos de mantenimiento de la memoria histórica. Además, al ser lugares de encuentro, albergan actividades lúdicas y festivas: fiestas, juegos, espectáculos, deportes, mercadillos, o cualquier acto público imaginable. La función económica (plaza del mercado) responde a la vitalidad de las transacciones espontáneas, pero también las hacen ser objeto de especial atención y control por los poderes públicos. La Plaza, se convierte en el centro de la vida ciudadana, el eje fundamental de todas las actividades que rodean a la sociedad.
Desde los orígenes la plaza ha constituido un órgano biológico de la ciudad, incorporado a la vida de la comunidad como su espacio más convocante. Desde que en la prehistoria, las chozas de la tribu, se agruparon en círculo, el espacio central empezó a cumplir la función de escenario de la vida comunitaria: en él se instalaron fuentes para la provisión del líquido elemento, también era el lugar de reunión de los miembros de la tribu. La Plaza, se convierte de ésta forma en el centro tribal por excelencia: fiestas, normas, juicios, ejecuciones, mercados de intercambio … El diseño de la ciudad clásica grecorromana, que valoraba especialmente la dimensión pública de la vida urbana, concedía una importancia central al ágora (griega) o al foro(romano), donde se centralizaba la actividad comercial, judicial, política y religiosa. En el caso de las ciudades que han surgido de un campamento romano, aún se reconoce su presencia en el punto de confluencia de las dos vías principales (cardo y decumano). Los edificios tanto públicos como las viviendas, formaban las diferentes calles que finalizaban en la Plaza. La ciudad medieval europea desarrolla una trama urbana más cerrada, sobre todo las de influencia islámica, pero son habituales los espacios de respeto, delante de las catedrales o iglesias principales, así como los palacios o ayuntamientos (destacando las Piazzas della Signoria de varias ciudades italianas, presididas por grandes torres). Los espacios medievales, son fundamentales para la vida social de la población. En Castilla son denominadas plaza de arrabal o Plaza Mayor la principal o plazuela las menores, y se desarrolla simultáneamente una estructura institucional de control, repesos, establecimiento regulado de ferias periódicas, o de agentes permanentes (obligados del abasto y tablajeros). El crecimiento de los edificios que las rodean produce su cierre con arcos y soportales (Plazas Mayores de Valladolid, Madrid o Salamanca). Con el paso de los siglos, llegaremos hasta el XX, en el que con la revolución del transporte urbano, que trae el uso del automóvil, hizo de la función viaria una de las esenciales de estos espacios, mientras que, por otro lado, la saturación del tráfico y el estacionamiento, trajo como una de las soluciones la peatonalización de muchos de ellos desde finales de ese siglo.
Ahora, me detengo en la actual Plaza del Ayuntamiento de la Ciudad de Valencia, la cual ha tenido muchos nombres: Plaza de San Francisco, General Espartero, Emilio Castelar, Del Caudillo, Plaza del País Valenciá y Plaza del Ayuntamiento. La Plaza, tiene su origen en el antiguo convento de San Francisco, cuyos terrenos cedió el rey Jaime I, a la orden mendicante, para que construyera un convento, justo donde tenía la casa de recreo Abu Zayd, último gobernador almohade de la ciudad real de Balansiya. Será antes, en 1852, cuando llegaba al sur de la actual plaza (a la parte trasera del cuartel) la primera Estación del Norte que tuvo la ciudad, que suponía la llegada a Valencia de la tercera línea española de ferrocarril y comunicaba el centro de la ciudad con El Grao. Esta estación estuvo en funcionamiento hasta que en 1917, se inauguró la actual Estación del Norte, cien metros más al sur. En 1854, se había trasladado el consejo municipal, en principio con carácter provisional, desde la antigua Casa de la Ciudad, hasta la Casa de la Enseñanza, fundada por el Arzobispo Mayoral, en la calle de la Sangre, pero se quedó definitivamente en este lugar y a partir de 1904, empezó la reforma del edificio para convertirlo en la actual casa consistorial abierta a la plaza.
¿Reformar una plaza es llenarla de maceteros inútiles que afean la estética de la plaza? ¿Se ha tenido en cuenta el estilo arquitectónico predominante? ¿Cómo se va a poder acceder a disfrutar de la misma? ¿Cómo se va a poder entrar en los cines, teatros y demás espacios de recreo y ocio? ¿Y cómo vamos a poder volver a tomarnos una copa, refresco, cerveza o tapas en los lugares habilitados al efecto? ¿Qué especies arboreas se han colocado en los maceteros? ¿Qué función cumplen los pasos que se han hecho? ¿Podremos los ciudadanos disfrutar de eventos como mascletás, ferias, conciertos y demás actividades de ocio y tiempo libre? Una reforma, no se puede realizar a capricho de unos pocos: el consenso en materia urbanística denotaría, un detalle, una forma de hacer, un estilo, teniendo en cuenta las opiniones de todos los sectores implicados: comercios, negocios, transportes públicos y privados, repartidores, publicistas, urbanistas… Una reforma, no es solo el capricho de unos pocos, que han diseñado unos cubiletes, que cualquiera de nuestros niños podrían haber hecho. Las autoridades, lo primero que tienen que hacer es asesorarse con el proceso histórico, pensando en lo que de verdad es de utilidad, para la convivencia ciudadana, que por si no lo saben, se suelen reunir en las plazas para celebrar todo tipo de actividades, y no creo que la remodelación actual sea un ejemplo para el uso y disfrute de todos los valencianos.