
Ayer, hoy, después, mañana, y hasta no se sabe cuándo, volvieron a actuar los componentes de Vibración, un grupo musical de Rock, esa música de mensaje indefinible lleno de energía y rebeldía inacabable. Estaban detenidos por la pandemia del Covid y contemplaban cómo pasaban días y meses en un silencio inquieto.
Vibraron por primera vez en los 70 del pasado siglo, así que ahora, desde la perspectiva de aquellos jovencitos, han alcanzado la inmortalidad. ¿Qué se piensa del mañana a los 17? ¿Y del pasado mañana, y más, y más? ¿Para cuándo los sueños?
Ser músico es bello, es feliz, es convivir con la emoción, es saber compartir alegría, esperanza, y un mundo mejor que es inalcanzable en el silencio.
El Rock es todo. Es el mensaje de los que consiguieron ser diferentes, pensar diferente, creer, esperar, vivir, y triunfar. Su triunfo fue el regalo de gentes como ellos que nunca consiguieron atravesar el espejo pero que con su música y canciones vivían el espejismo de la otra dimensión. ¿Quién a los 17 no desea otra cosa que lo que ve?
Y de aquel viaje, nadie que lo haya vivido, olvida jamás sus sentimientos, su alegría… y sus sueños. ¿Y dónde se guardan los sentimientos, las emociones, la esperanza y la alegría de alcanzar las cosas imposibles? En la música que sonaba entonces. ¿Qué decían las letras? ¡Qué importa! Contaban tu propia historia de mañana, tu lista de los deseos, te dejaban ver con los ojos abiertos todo aquello que sólo se ve con los ojos cerrados. Irreverentes, atrevidas, provocativas,… rebeldes.
Ayer, por todo escenario, había dos taburetes, dos guitarras, un cajón de percusión,… y muchos cables: sin eso no hay Rock. Es el moderno carromato de los titiriteros. Pero para que la magia fluya, para que el imaginario telón se levante, todo tiene que llenarse, habitarse, con el espíritu eterno de los intérpretes. El grupo Vibración: Vicente en el bajo, Toni a la guitarra y el ‘otro’ Vicente, en la percusión, volvieron a fundirse en aquellos personajes que viven en ellos allende los años. Y los espectadores nos volvimos a poner la chaqueta de pana, el suéter de los domingos, a tomar aquellas cosas raras, a creer en la suerte y cambiar de dimensión: es el Rock on the road. Así que, hoy aquí, mañana allí, los músicos seguirán regalando sentimientos y emociones a quienes alguna vez se creyeron felices para siempre.
Y lo que no era guerra, era todo amor. Del amor no se reniega, ni entonces ni ahora.
¿Quedan aún enamorados como aquellos? Que se lo pregunten a Yolanda, le dedicaron una canción con todo su amor.
José Carlos Morenilla