Es una isla. Las rutas de visita fallera no la tienen en su itinerario, sencillamente porque está en el otro extremo de la ciudad. Pero no se puede decir que se ha disfrutado de las Fallas si no se ha pasado por Malvarrosa - Ponz - Cavite, entre el antiquísimo hospital de San Juan de Dios y la playa de la Malvarrosa, cerca del antic Cap de França.
Pero el escritor valenciano Manuel J. Ibáñez Ferriol, gran conocedor de todo lo que huele a valenciano porque para algo lleva la valencianía en sus venas a litros, y el que les escribe, que proviene por parte paterna de los Poblados Marítimos y a mucha honra, no queríamos dejar pasar la ocasión por nada del mundo. El espectáculo de la calle iluminada -Segundo Premio en tal área para Junta Central Fallera- congrega a cientos, miles de valencianos y valencianas en cada pase, contentos de ver su barrio marítimo en lo más alto. Pocas veces se han visto estas calles tan repletas de gente. Y allí lo disfrutamos, en silencio, escuchando la música y los comentarios del gentío. Enriquecedor.
Tras el túnel de luz y color nos recibe la falla infantil, robusta sin pecar de barroca, con gracia, alegría y magia, ingredientes necesarios para embelesar a sus protagonistas: los niños. Y tras ella, la falla grande. Un monumento -nunca mejor dicho- a la esencia del mismo barrio a través de motivos y temática marítima, que Alberto Ribera ha capturado magníficamente bajo el lema 'A la Deriva'.
La Falla está abrazada por lo que a nuestros ojos se revela como una plaza lumínica, con muros de luz del mismo estilo y fundamento que la calle iluminada.
Vale la pena llegar a la Malvarrosa y dejarse llevar por la 'marea' de Malvarrosa - Ponz - Cavite. Un placer para los sentidos.