Una novela de Pedro Simón, un periodista muy galardonado, para el que la realidad y la “verdad” que se deriva de ella son una barrera infranqueable.
El autor, que transita por la cincuentena de años, siente que sus padres están empezando a pasar de personas influyentes en su vida a personas dependientes de su vida. Él, que está inmerso en un tramo literario en el que se siente un “observador comprometido” de la vida, se enfrenta a la vejez dentro de la familia tratando de mantener la distancia y la imparcialidad.
Especializado en describir y desentrañar las relaciones familiares, ya exploró el sentimiento que transforma a los hijos en el hogar en los hijos fuera del hogar, en su novela Los Ingratos. Después, nos descubrió las distintas formas de ver la misma realidad con los ojos de los padres o con el corazón de los hijos, en Los Incomprendidos.
Son, estas dos obras, descripciones “realistas” de los sentimientos familiares. Partiendo de supuestos verosímiles, incluso de recuerdos propios o ajenos de los momentos que relata, trata de descubrir el tránsito emocional que viven sus protagonistas a lo largo de la peripecia.
En estas dos primeras obras, puede que los lectores sientan como propio alguno de los comportamientos, sentimientos o ideas que viven los protagonistas, porque Pedro Simón es un observador atento e inteligente de lo que pasa a su alrededor. Por esos episodios vitales, el autor ya ha transitado y su relato, como buen periodista, se ajusta en el fondo a una realidad que no reinterpreta y que, sin embargo, es capaz de describir llenándola de matices que la hacen aparecer ante los lectores como algo que ahora comprenden por primera vez.
En Los Siguientes, (Planeta, septiembre 2024, 312páginas) Pedro Simón se centra en el mundo de la vejez datado a partir del deterioro físico y moral de las personas mayores. Es decir, de los viejos. Siempre dentro de las relaciones familiares que son, en estos tres libros, su universo literario.
A la “realidad” que describe en este último libro, el autor la conoce con un poco más de distancia que en los otros porque él apenas ha empezado a transitar por ella. Esta lejanía personal le lleva a plasmar una visión descarnada, pretendidamente veraz y sin concesiones emocionales, sobre una etapa de nuestras vidas que todos hemos de afrontar y que todos esperamos con una mezcla de creencias y esperanzas absolutamente infundadas, si hemos de creer al autor.
No falta a la verdad. Su relato es irreprochable “periodísticamente”. Literariamente, su estilo, su destreza narrativa, su compromiso personal con la verdad, su agudeza para “ver” detrás de lo que narra, golpearán al lector con la contundencia de un mazo. En los otros libros, la simpatía que despiertan sus personajes dejaba abierto un resquicio a la esperanza.
Aquí no. No hay “Cielo” en el porvenir. El amor subsiste siempre, el filial y el paternal, pero eso no puede cambiar la realidad. Baloncestísticamente hablando, si me lo permiten, Pedro Simón, nos enfrenta a “los minutos de la basura” de la vida.
Me rindo. No puedo disentir. Todo es como dice. No hay debate posible.
Casi no pude terminar de leer el libro. Se hace duro. Tan duro que el avestruz es incapaz de hacer el hoyo donde esconder la cabeza.
Pero sólo quien conoce el futuro tiene la remota posibilidad de cambiarlo.